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lunes, 2 de marzo de 2009

Un cigarrillo

Me enciendo un cigarro, y lo hago porque ya soy mayor de 18 años o de 16 ahora no recuerdo cuando le daban a mi salud permiso legal para enfermarse. puede que fuese a los 16 como el derecho a la madurez de las niñas a elegir el aborto a escondidas de sus padres.
Recuerdo que cuando yo fui mayor de edad por una fecha(aún no se si lo soy en la madurez) ya podía fumar por la calle muy tranquilamente e incluso presumir de mecheros llamativos y tabacos diferentes porque ya era un adulto más que hasta podría acercarme al colegio no para estudiar sino para elegir a los gobernantes. Así, de un día para otro podía encender mi cigarrillo y beber mi alcohol y encima decidir sobre el futuro de los más pequeños. Era un hombre hecho y derecho con pelos en el pecho(ahora el hombre se depila que queda mas metro-sexual-que debe ser la manera de decir más amariconado-).
Recuerdo también que mi primera votación ¿democrática? fue como la puesta de largo del nuevo hombre que entró en el colegio electoral muy despistado, muy asustado, pero pudiendo fumar y beber sus cañas antes del acto de personas mayores y responsables. Y recuerdo que ese nuevo hombre sacó su carné de indentidad y fue observado por una señora muy fea y mayor que miraba la foto y la realidad y ya de paso el humo del cigarrillo que llevaba el nuevo hombre.
Y por aquella época el cigarro era constante en cada conversación o saludo, se usaba para conocer gente y señoritas de la calle que te pedían fuego porque ya te veían fumando y sabían que eras un hombre. Era la leche fumar en los bares y negar un cigarro a los menores porque uno ya era mayor, porque uno fumaba y había votado, acto que ya nos dio la facultad para aprender en una hora todos los entramados de la política y hasta nos daba derecho ese cigarrillo a tener ideas sobre esto o lo otro.
Ayer muchos ciudadanos fumaron antes de votar y después alguno tosió la nicotina de su voto. Otros no pudieron votar porque, aunque sean mayores de edad para fumar, su capacidad intelectual no les deja dar dos caladas en el aire de libertad, me refiero a esos que pretenden cajetillas de tabaco propias sin recursos, a esos gorrones de parada de autobús que te piden un cigarro y se lo guardan para después de comer, a esos nacionalistas que el diablo nos ha regalado para purgar las bocanadas de humo contaminado que la democracia con los 18 años nos metió entre pecho y espalda.
Ahora ya no quiero fumar, no quiero ser mayor de edad, no quiero saber ni pensar, no quiero ser masa de fechas y datos, solo quiero ser libre,, es decir, español. Y quiero que me dejen ser español porque así soy feliz de verdad y muy orgulloso de mis ancestros y de mis descendientes y muy enamorado de cada rayo de sol que alumbra mi nación, una nación que fuma demasiado para embotarse en derechos sin obligaciones.
Yo quiero elegir si fumar o no fumar, quiero que me olviden los topismos y se adapte mi realidad a mi manera de vivir, quiero que mi aire se vicie solamente con la contaminación del sudor de los trabajadores españoles que se revientan para mantener a sus familias. Quiero un aire de libertad y quiero no quemarme las manos con ese cigarrillo que me impusieron a los 18 años por ley y sin ni siquiera preguntarme si estaba preparado para depositar mi papeleta o era un borrego más de las modas y de las publicidades.
Hoy en día, con tres hijos, no fumo delante de mi padre porque aún no le he perdido el respeto debido a mi educador y aún soy consciente de que no soy mayor de edad a su lado.

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