Que parece ser que hay elecciones, aunque -si hacemos caso a la campaña- no sabemos de que, ni para qué, ni para quien.
¿Hay que elegir entre mantener el despido libre que tenemos, al precio que está, o poner el despido libre más baratito? ¿Hay que elegir entre las recetas económicas liberal capitalistas del PP, o el no hacer nada liberal capitalista del PSOE? ¿Hay que elegir qué partido mayoritario es más corrupto? ¿Las correas del PP, los aviones del PSOE? ¿Los aviones pasados de Rajoy, los presentes de Rodríguez? Pero... ¿se presentan Rajoy y Rodríguez?
Porque de lo que nos jugamos en Europa, y de qué clase de Europa queremos, ninguno de los dos mayoritarios ha dicho casi nada. Es más: los dos quieren lo mismo, aquella nefasta Constitución que PSOE y PP votaron favorablemente y que, gracias a Dios, los franceses y los irlandeses -si no me equivoco- echaron abajo. Los dos quieren el Tratado de Lisboa, tan nefasto como la nonata Constitución europea. ¿Qué diferencia hay, entonces?
Pues lo interesante de estas elecciones europeas -según PSOE y PP- es afianzar a Rodríguez o echar a Rodríguez. Afianzar a Rajoy o echar a Rajoy. Curioso objetivo para unas elecciones europeas donde, además, ninguno de los dos es candidato.
Curioso y falso. La cantinela del PP es mentira, sencillamante. Aunque ganase de calle el PP, Rodríguez no se va a ir y nadie le va a echar. Acaso si perdiese el PP Rajoy tendría que buscarse otro chiringuito desde el que transigir con todo, cosa que no sería demasiado mala para el Partido Popular, aunque los posibles recambios no ofrezcan ninguna garantía.
Pero lo que se juega en estas elecciones no es Rodríguez o Rajoy; PSOE o PP; lo que se juega es mucho más trascendente. En definitiva, se juega si vamos a tener una Europa fiel a su Historia y a sus fundamentos, o una Europa depravada y condenada a la extinción. Si vamos a tener una Europa similar a una multinacional meramente económica, o una Europa de las Patrias, tan fuerte como la suma de sus fuerzas individuales. Se juega, en suma, si tendremos una Europa donde el ser humano sea simple instrumento de la producción, algo utilitario que mientras no produce, o cuando deja de hacerlo, es una rémora inútil y puede -o incluso debe- ser eliminado -aborto, eutanasia-; o una Europa donde el ser humano sea el eje de la política y la economía, porque es -en bien alta y noble definición- portador de valores humanos.
Eso es lo que se decide; ni más, ni menos. Y eso es lo que ninguno de los llamados mayoritarios nos ha dicho. Lo que ninguno nos ha dicho porque ese no es su debate; porque no hay debate, ya que están de acuerdo. Socialistas y populistas son perfectamente intercambiables. En Europa y en España. Son lo mismo, y la única divergencia es si uno está un par de grados más allá o más acá.
¿Es útil el voto al PP? ¿Para qué? ¿Para quien? Para ellos nada más. Para el españolito que les vota creyendo -como acto de fe o de seguidismo irracional, porque las pruebas dicen lo contrario- que van a defender sus ideas, votar al PP es inútil.
El españolito que piensa que el aborto es un crimen, que la eutanasia es un crimen, y que por mucho que lo diga el Parlamento europeo ni el uno ni la otra pueden ser derechos, se encontrará con que la mayoría de parlamentarios peperos votaron eso en Bruselas.
El españolito que piensa que ya está bien de tolerar actitudes racistas y xenófobas de los inmigrantes ilegales hacia los españoles, se va a encontrar con que el PP le dice que no sea intolerante, que sea europeo. Pero nadie del PP llevará a Bruselas una propuesta para expulsar de la Unión a quien no respete las leyes y las costumbres de nuestra civilización.
Y de lo que ya está bien, es de aceptar una democracia invertida. Una democracia donde los partidos políticos son los creadores de opinión, en lugar de ser -como corresponde- los representantes de las opiniones de quienes les votan. A ver si nos enteramos: los partidos no son los que tienen que manejar a los votantes para hacerles entrar en sus propuestas, ni los que crean las opiniones a las que el votante tiene que adscribirse por fuerza. Es todo lo contrario: los partidos son los que tienen que recoger las ideas, las aspiraciones, las necesidades del ciudadano, y satisfacerlas en la medida que sea posible. Ya está bien de tener que ser tolerante con lo intolerable; de tener que sufrir el racismo de los extranjeros; el desprecio de los foráneos en nuestra propia casa. Ya está bien de creer que hay que elegir entre que nuestras hijas aborten libremente a los 16 años, o lo hagan a los 18. Ya está bien de bajar la cabeza cuando unos y otros nos dicen que esto es un Estado de Derecho, cuando todos sabemos que los criminales andan sueltos por la calle, y los únicos que empiezan a temer a la Policía son las gentes honradas, porque cualquier ley demencial puede convertir en delincuente al más templado.
En una presentación pps que me ha llegado por correo electrónico, y que desde aquí pueden descargarse si gustan, pueden comprobar la utilidad de votar al PP. Dejémonos ya de decir que todos son iguales, y votemos a los que son diferentes. Que los hay. Dejémonos de votar como quien hace una quiniela, para acertar ganador, y votemos al que propone lo que nosotros queremos.
Ya está bien de que nos digan los partidos lo que tenemos que pensar y querer. Es el ciudadano, el español, el que tiene que elegir lo que quiere y lo que necesita. Y si el partido al que suele votar no se lo ofrece, el deber democrático del ciudadano es cambiar de partido.
Rafael C. Estremera
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