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martes, 9 de junio de 2009

UNA LECTURA SOSEGADA

Bien, una vez terminada la “gran fiesta democrática” europea, ha llegado el momento de valorar, lejos de cualquier sedimento partidista o ideológico, los resultados producidos y reclamar un espacio más amplio para la realidad y al futuro político de España.
Lo primero que llama poderosamente la atención es el ínfimo porcentaje de participación ciudadana que apenas alcanza el 46% del censo electoral.
Esto, traducido en cifras más explícitas, nos dice que 18 millones y medio de potenciales votantes, de un censo de poco más de 34 millones, han optado por no votar.
Esta abstención del 54% deslegitima cualquier conclusión positiva o negativa que se quiera extraer, sobre todo si pretendemos extrapolar los resultados para la predicción de un potencial futuro gobierno nacional o la derrota del partido del Gobierno.
Nadie, pues, a salvo que sus pretensiones fuesen muy limitadas, nadie, repito, puede sentirse orgulloso de la obtención de escaño alguno, dado que no existe un aval claro por parte del electorado.
En las horas inmediatas a los resultados públicos provisionales, algunos “analistas” llegaron a afirmar que se había producido una “radicalización” de posturas, dado que existen dos claros partidos preeminentes frente al resto que tan sólo obtienen unos resultados simbólicos.
Nada más lejos de la realidad, puesto que en estas elecciones se contaba con un escaso número de escaños a elegir, con lo que, a salvo los partidos predominantes, PP y PSOE, nadie podría obtener más allá de uno o dos escaños.
Esa supuesta “radicalización” de la sociedad, en realidad es el fiel reflejo del fenómeno del bipartidismo que hace años se ha impuesto intencionadamente en nuestra “democracia”.
La abrumadora diferencia de apoyo popular entre los dos partidos predominantes y el resto del arco político, al tener que distribuirse en menor número de escaños, nos da la sensación de que existe una “ruptura” social, hecho que, más que el reflejo de una realidad de confrontación, en el fondo es el reflejo de una triste realidad de falta de vida política democrática.
Si nos fijamos en el número de votos de los partidos mayoritarios, la diferencia entre las elecciones europeas anteriores del 2.004 y las actuales, prácticamente no existe.
Tal vez, la única diferencia radique en el hecho de que el medio millón de votos entre ambas formaciones, sobre todo por parte del PSOE, se ha ido a las filas del partido fundado por Rosa Díez.
Esto nos lleva a la misma conclusión y es que ambos porcentajes (supuesta derecha e izquierda) se mantienen incólumes, sólo que antes, al contar el PSOE con el apoyo del electorado que ha “virado” hacia UPyD, obtenía la misma pírrica victoria que hoy ha obtenido el PP.
De absoluto fracaso se puede, asimismo, llamar al resultado obtenido por las opciones alternativas que proponían tanto “Alternativa Española” como “Libertas”, organizaciones políticas de reciente creación y que nacieron con el, sin duda, loable intento de “lavar” la cara de la clase política española, pero que no han calado en el potencial electorado que, teóricamente, les correspondería.
Pero este hecho no deja de mostrarse como el sempiterno fracaso de la llamada “derecha nacional” o, junto con otros grupos, más o menos afines, de la “derecha patriótica”.
Se argumenta que tales partidos políticos han sido de reciente creación y que, en consecuencia, no puede esperarse una ingente “captación de votos”.
Sin embargo, como contradicción a dicha tesis se encuentra UPyD que sí ha alcanzado desde el principio un respaldo considerable y que en estas recientes elecciones, incluso, lo ha aumentado.
Sin perjuicio de mi convicción de que Doña Rosa Díez, su imagen, no es más que el fruto de un buen trabajo de marketing, que ha pretendido y conseguido captar a un sector centro-izquierdista profundamente decepcionado con el PSOE y, en mayor o menor medida, al sector más liberal del PP, lo cierto es que aquélla ha sabido entender lo que a la llamada “derecha nacional”, aquélla ha tiempo descontenta con la “mayoría natural” que propugnaba el Sr. Fraga o aquélla que no encuentra cobertura en grupos decimonónicos momificados por una doctrina mal entendida, le sigue resultando muy difícil comprender, y es que para reconquistar una España natural, histórica y profunda, es menester reconstruir, desde los cimientos del pasado, aunque con visión irrenunciable del futuro, un nuevo orden político, económico, social y moral que, bien por convicción, bien por necesidad, atraiga irremisiblemente a los que tenga sed y necesidad de Paz, de Orden y de Justicia.
Es menester, pues, despojarse de las “camisas viejas”, de los atavismos innecesarios, de los complejos estúpidos y reconstruir ese pensamiento, síntesis de las mentes privilegiadas de algunos grandes hombres que dio nuestra Patria, para conquistar ese espacio que tanto necesita España y los españoles, incluso para aquéllos que creen que no necesitan ser salvados.

¡DIOS, PATRIA Y REVOLUCIÓN!

1 comentario:

  1. Tu post, esta muy meditado, pero caes al final en un discurso demasiado grandilocuente.
    De las antiguas glorias que diera España, olvídate hoy tenemos una sociedad basada en una perdida de valores total, en la que tu discuso no puede calar. La gente quiere cosas sencillas, o blanco o rojo y si me apuras que se lo den masticado, cualquier ejercicio de madurez ideológica requiere de una formación, y esa es justamente la madre del cordero en este país...
    Saludos.

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