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jueves, 18 de junio de 2009

Ponme una caña, gilip.....

Los dueños de un bar de Cullera, en la provincia de Valencia, han sacado una idea original, para, no se si darse a conocer, o para salir de la crisis. La idea es que el cliente se quite de encima el estres provocado por la crisis, insultando al camarero. Si el insulto es original, consumición gratis. No. No estoy de broma. Esto, viene hoy publicado en la prensa nacional. Verán. Yo, aparte de escribir en blogs, una afición como otra cualquiera, tengo una profesión. Soy camarero. No. Esta profesión no la he elegido yo. Me ha elegido ella a mi. Por circunstancias de la vida, que sería muy extenso y aburrido enumerar hoy aquí. Por cierto, ahora estoy en paro. Llevo poco tiempo, y espero encontrar pronto trabajo. Eso si, ni por todo el oro del mundo iría a pedirlo a este "garito" de Cullera. Es mucho lo que tienes que aguantar, cuando te ganas la vida con la bandeja, la pajarita y el chaleco. La gente, sea del nivel social ó económico que sea, ya se desahoga contigo, sin que nadie le de alas para hacerlo, y tienes que agachar la cabeza tragando lo que no está en los escritos, siendo centro de diana, de la mala educación y del dichoso estrés (Lo del estrés sirve de pantalla para todo) de la clientela, que te toque en suerte. Como para que encima venga alguien a echar más leña al fuego, encima gratificando la mala educación con una consumición gratis. No me imagino, a una entidad bancaria, por poner un ejemplo, poner en marcha una medida semejante. ¿Se imaginan?. "El banco tal y tal, permitirá a sus clientes insultar a los empleados de sus oficinas bancarias, para quitarse de encima el estrés provocado por la crisis económica". Ó que lo hicieran las administraciones públicas. La gente hace cola pacientemente, cuando va a una oficina bancaria, a la administración pública ó a una peluquería, pero cuando va a una cafetería, ¡ay amigo!, eso es harina de otro costal. Se empiezan a perder las formas, se sustituye el "por favor, ¿me puede usted traer?", por el "oye, tu. Que llevo aquí esperando no se cuanto, y no me atiende nadie". Es curioso como cambiamos nuestra manera de dirigirnos a alguien en función de su atuendo. Si quien nos atiende, lleva traje y corbata, la educación sale sola desde el interior de nuestro cerebrito. Pero si quien nos atiende lleva chaleco y pajarita, y es un camarero o la cajera de un supermercado, ahí la cosa cambia. Le tuteamos, y le torturamos con toda nuestra mala leche, y pagamos con ellos, nuestros sinsabores diarios. Y encima van los dueños de un bar de Cullera, y ponen más de manifiesto, lo ingrato de esta profesión. Pero no se les ocurre decir: "Al camarero que más insultos se lleve, le subimos el sueldo un 50%". Eso no. Seguirá cobrando los 800 miserables euros que le pagan por una jornada agotadora, física y psiquicamente hablando. Pues nada. Que les vaya bonito, y que el próximo que les ilumine sus pobres intelectos, sea Dios, y no el diablo.

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