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lunes, 1 de junio de 2009

LA RE-EVOLUCIÓN (O la crónica del regreso al Planeta de los Simios)



Que nadie pierda el tiempo leyendo estas letras, si lo que espera es una revisión actualizada de la teoría darwiniana.
Yo, que nunca he creído, ni creeré, en la tesis evolutiva, a salvo los casos extraordinarios que, de vez en cuando, parecen confirmar la genérica regla, sólo pretendo con la presente, precisamente, afirmar que la evolución, en el fondo, siempre ha sido y será una involución.
Pues no de otra manera puede comprenderse la afirmación de que el simio debe gozar de los mismos derechos que la generalidad de los mortales, me refiero, obviamente, a los teóricamente pertenecientes al género humano, animal, pero, a pesar de todo, se quiera o no, humano.
Bien es cierto que algunos, hoy, ciertamente, muchos, merecerían gozar, en igualdad de condiciones, que las tienen, de menores prerrogativas que aquéllos; sin embargo, por lo que se ve, el mundo es injusto y, por supuesto, las leyes, como obra, más o menos acertada, del hombre, también.
Ahora resulta que, después de miles de años de supuesta evolución, los genes difieren de la mente y, en consecuencia, del cuerpo, y da igual haber nacido genéticamente hombre, si, al fin y al cabo, lo que importa es si uno se siente o no mujer….o, tal vez, otra cosa, incluso intermedia.
Pero, es más, aún gozando de la condición psicológica femenina y de la genitalidad masculina, podría darse el caso, y se da o, al menos así lo afirman nuestros legisladores, que, dependiendo del pie con que uno se levante, puede despertarse con ganas de afeitarse o, por el contrario, de echarse unas gotitas de “chanel” ….a ser posible, número 5, por aquello de la modernidad que, obviamente, al menos así nos lo recuerdan recalcitrantemente los medios de comunicación del Sistema, no debe estar exenta de ciertas dosis de lo que, hoy, se llama “glamour” y, en mis tiempos, indignidad o estupidez burguesa.
Y, dado que nuestros legisladores son muy previsibles, por aquello del servicio a la colectividad, han ideado una norma jurídica, eso sí, técnicamente perfecta, que garantiza que el antojo, aún en el caso de embarazo, puede determinar el cambio nominativo y registral, aún cuando el esposo de una decida ese mismo día, tal vez por despiste, levantarse con el pie del mismo sexo que el que tenía el día anterior.
Es definitiva: que la recién parida puede permitirse el lujo, jurídico, eso sí, de gritarle al tocoginecólogo que no le toque…pues eso….los melindres…y que haga el favor de llamar a una matrona, a ser posible de buen ver, dado que, a pesar de las apariencias, y de que su esposo acaba de desmayarse en el paritorio, por aquello de empeñarse, aún en contra del criterio médico, en asistir al parto, en el fondo, la recién parida, al menos así lo afirma el Registro Civil, que, al fin y al cabo, da fe pública, es un señor con toda la barba.
En cuanto al orden de los apellidos, creo, no va a haber ningún problema, no en vano, ya en su momento, tal vez previendo la sucesión de los acontecimientos, se otorgó prioridad a la voluntad individual cambiante frente a la genérica imperante.
Siendo, pues, la madre el padre y el padre la madre, da lo mismo, pues tanto monta, monta tanto, quién se levante chica y/o se acueste señor.
Y, así las cosas, resulta palmario que los simios son inferiores a los humanos, porque, no de otra manera puede entenderse cómo es posible que aquél no haya caído en la cuenta de que el mono puede ser mona o viceversa.
Tal vez, el salto evolutivo, la piedra angular de la teoría evolutiva, el llamado eslabón perdido, haya sido, por fin, hallado.
¿Porqué pensar que tiene que haber un estadio intermedio entre el simio y el hombre y no, tal es mi tesis, entre el hombre y el simio?
Y es que aunque se empeñen los mayores, el mundo no está del revés, sino que es el revés el que ha dado origen a este mundo.
Pues no de otro modo puede entenderse cómo es posible que miles y miles de seres humanos inunden de pateras nuestras costas, cuando hubiera sido más fácil haber nacido oso panda, pues no sólo hubieran viajado en primera clase, sino que, en el colmo del éxtasis psico-evolutivo, serían recibidos por el mismísimo séquito real con la Reina al frente.
Si ha más de cinco siglos que los mahometanos fueron expulsados del territorio patrio, ahora resulta que lo natural, en el sentido evolutivo del término, será que, volviendo a sus raíces, asienten de nuevo sus posaderas, a ser posible, con clase de religión en las escuelas…de religión mahometana, claro, pues la católica, por ser contraria a la razón imperante, debe ser erradicada de todo orbe, ahora, por el contrario, asistimos impasibles a una, cada día, más beligerante y, sino al tiempo, sangrienta persecución anticristiana, mientras que los ateos de toda la vida, los masones complacientes, previa sabia formulación de la universal “alianza de las civilizaciones”, reciben con los brazos abiertos a los hijos de Alláh que, al fin y al cabo, aunque no hermanos en la fe, al menos son genéticamente puros; o, si se prefiere, hijos de la misma puñetera madre que los parió.
Y, dicho lo anterior, y teniendo en cuenta que mi alopécica cabeza comienza a echar humo, con una heroica decisión sin precedentes, les formulo una nueva tesis: la tesis de la Re-evolución.
Se trataría, simple y llanamente, de dejar a su libre albedrío a todo ser, animado o no, listo o tonto, alto o bajo, rico o pobre, para que, al toque de la batuta imperante saltase, brincase o bailase al modo más acorde con su naturaleza, eso sí, bajo la misma y embriagadora melodía.
Y, así, al bípedo que quiera ser cojo, le bastaría con cortarse una pierna y sentir que, incluso, sin ella puede parecerse a su semejante: el simio.
El problema radicará en el hecho objetivo de que, generalmente, las comparaciones resultarán odiosas y, mientras que el simio ostentará una condición superior, dada su bipedestación, el cojo tendrá que “ceder paso” al siguiente en la lista de espera del proceso re-evolucionario: el manco.
Y así, sucesivamente, hasta llevar al idiota que, más o menos, viene a ser un indigente mental que presume de todo y que carece del más mínimo sentido del ridículo, pues, lo mismo se desnuda sin venir a cuento, que aprecia una tregua de E.T.A., o, tal vez, se pasa más de treinta años de su vida buscando a su mujer ideal para descubrir que ésta es un hombre hormonado, por no hablar de los que afirman que morir dignamente consiste en pasarse veinte años de una vida contando a los demás sus miserias, pero no para que se comparezcan de él o le auxilien, sino para que, simple y llanamente, le peguen un tiro en la nuca.
Sí, amigos, en esto consiste la re-evolución: en invertir los valores que, en su tiempo, comulgaban con la razón y ahora, por arte de la sinrazón, comulgan con la idiotez más supina.
Aquí, señores, que cualquiera puede ser llamado y creerse un intelectual, que cualquiera puede ser llamado y creerse un escritor y, por supuesto, porqué no decirlo, cualquiera puede ser rey ….o reina, según con la intención con la que se levante cada mañana, dará lo mismo ser bueno que malo, letrado que iletrado, feo que guapo, pues todos seremos todo lo que nos digan que debemos ser.
Y si tal es la condición humana, que, en poco o en nada, se aleja de la del simio, puestos a hacer monadas, sinceramente, prefiero a éste que no a aquél.
Y, teniendo en cuenta que el simio no ha cambiado, la propuesta más lógica será acercarse a su modelo, pues, como modelo constante, al menos no proporcionaría un modelo a seguir.
O, si se prefiere, tal vez lo acertado sería invertir el sentido evolutivo y si, como dijo un día un idiota, el hombre procede del mono, tal vez creemos la tesis revolucionaria y no por ello menos acertada de que, e realidad, es el mono el modelo al que debería tender todo hombre.
O dicho de otra manera: por mucho que pretendamos aparentar, en el fondo, aunque la mona se vista de seda…..de zapatero viene y en Zapatero se queda.

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