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miércoles, 15 de abril de 2009

De comunicadores e insultos

Aquellos que ven bien la posible salida de Federico de la COPE utilizan, entre otros, el argumento de que insulta. Mucho habría que discutir sobre el tema, pues se presta a controversia tanto el hecho de si el célebre locutor insulta o simplemente ejerce una crítica dura, así como el concepto del insulto en sí y quien lo pronuncia.

En estos tiempos, afortunadamente, la violencia física es rechazable y condenable de modo unánime y perseguida de acuerdo a la Ley. Sin embargo, las personas necesitan descargar su adrenalina hacia aquellos que son o puedan ser sus adversarios en cualquiera de los órdenes de la vida, pues sino moriríamos todos de un ataque de apoplejía. No es que el insulto sea una actitud que se deba fomentar, pero muchas veces se exagera el tema. Los grandes clásicos y los más afamados hombres de letras como Quevedo, Benavente y otros han hecho uso de este recurso para descalificar a sus rivales e incluso eminentes escritores consideran el insulto un arte.

Se afirma que el insulto va en contra del honor, cuando éste es un derecho cuanto menos discutible, por lo menos en su apreciación. Vivimos en una sociedad tan políticamente correcta —y, por tanto, tan hipócrita— que llegará un momento en que si nos encontramos al vecino y le decimos que tiene mala cara, nos ponga una querella porque hemos faltado a su honor o a su imagen. Es una opinión personal, peo creo que no hay tomarse los improperios tan a pecho. A todos nos han insultado en la calle o en el trabajo y no andamos todo el día de tribunales; más fácil es devolvérselos o criticar la actitud del insultador. Y ello, con diferencias, vale también para los medios de comunicación, aun cuando su trascendencia sea mayor que la de una discusión privada.

Otro aspecto a tener en cuenta es el de las distintas varas de medir. Es frecuente que periodistas, presentadores —como uno que es “…mmmmuy bueno…”—, titiriteros y subvencionados por la izquierda despotriquen muy frecuentemente en los numerosos medios que disponen contra todos aquellos que no comulgan con el pensamiento único, Federico incluido. Pero a ésos, en cambio, no se les juzga duramente e incluso se les ríen las gracias cuando ofenden a la Iglesia o a las personas de derechas (“fachas”, en su argot) e incluso a aquellas de izquierdas (“fachas”, también en su argot) que no se pliegan a sus designios.

De Federico se podrá no coincidir con sus formas, lo cual es absolutamente legítimo, pero tiene el valor de decir lo que piensa, por eso le seguimos tantos e iremos a donde él vaya. Sus detractores, más que los presuntos insultos en sí, lo que no soportan es lo que dice y esa fuerza con que se expresa y que llega a millones de personas. Lo que realmente no gusta es que sea un hombre libre e independiente capaz de abrir diariamente los ojos a los españolitos abducidos por el sistema. He ahí la clave del asunto.

Fuerza y Honor.

1 comentario:

  1. La verdad nos hace libres.
    Y Federico colabora a ello.
    Salutem.

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