
Leyendo el libro de César Vidal titulado “Recuerdo 1936: una historia oral de la guerra civil española” en el cual el autor nos informa sobre la Historia de la Guerra Civil y a continuación da voz a 30 supervivientes de la Guerra, de distintos puntos ideológicos (anarquistas, falangistas, milicianos, comunistas, legionarios....) me llamó la atención un relato personal en especial y me gustaría compartirlo con mis colegas blogeros y seguidores de Red Hispania. El testimonio es muy largo, por lo tanto he optado por publicarlo en varias entregas. Además aprovecho para recomendar el libro del gran escritor César Vidal. Simplemente me he limitado a copiar del libro el relato de este hombre, sin variar ni tan siquiera una coma, ni corregir supuestos errores históricos o de fechas:
Domingo Fernandez:
“Desde 1931 en España se había ido produciendo una clara polarización política en torno a la derecha y la izquierda. Cuando la derecha estaba en el poder el clero católico aprovechaba para ejercer un dominio considerable sobre el pueblo. Cuando vinieron las elecciones de febrero de 1936 , triunfó la izquierda y esto significó que la presión clerical cedió. Durante aquella primavera yo me había estado dedicando a la evangelización en España, pero para el verano ya estaba convencido de que no iba a quedarme en la patria sino que iba a regresar a Cuba donde había pasado varios años. Con esa finalidad el 17 de julio de 1936 salí de Oviedo con dirección a La Coruña a fin de separar un pasaje para La Habana. Pero a llegar a Castropolo la Guardia Civil paró el ómnibus y le dijeron al conductor que no podía seguir porque había estallado la Revolución. Como Asturias seguía bajo control republicano pero Galicia se había unido a la sublevación tuvimos que regresar a casa. Luarca al principio quedó en la zona republicana pero en menos de dos meses Franco controló aquella área. Una columna que venía de Galicia avanzó por la costa en dirección a Oviedo y la región en que vivía pasó a manos de los sublevados.
“Cuando controlaban un municipio lo primero que hacían era destituir a las autoridades que había y nombrar a otras afines. A continuación, el sacerdote, el alcalde y el juez elaboraban una lista en las que estaban los desafectos. A éstos se les mataban sin seguir más criterio que la opinión de aquellas tres personas. Cuando en el Ayuntamiento de Villayón, al que pertenecía el pueblo donde yo había nacido, hicieron la lista, llamaron a los alcades de las aldeas para decirles los que tenían que morir. El alcalde de Lendequintana, al regresar, dijo que a mí, me habían puesto en la lista de los que había que matar”
buen relato , saludoss.
ResponderEliminarMagnífico libro. También lo recomiendo para una visión sin ideologías por en medio de un etapa crucial de nuestra historia.
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