No sé si será consecuencia de la velocidad de la vida actual o del cansancio que causa la insistencia de los medios de comunicación, de los políticos y grupos de presión en temas de cierta importancia para la convivencia en sociedad. Uno mismo experimenta esa pérdida de sensibilidad por algunos temas que se vuelven rutinarios, tratando de alejarlos de la mente o de las preocupaciones diarias por pura saturación mental. Lo que es un hecho es que cuantos más atentados mortales se han producido, menos caso se hace de las desgracias que tales hechos terroríficos han causado.
El caso de Miguel Ángel Blanco es uno de los ejemplos más destacables. Los días posteriores a su asesinato por ETA convirtieron a España en un hervidero de protestas, indignación colectiva y movimientos para acabar con la lacra del terrorismo etarra. Aquel levantamiento popular contra el terrorismo hasta duró varios años y nacieron de él movimientos como el Foro Ermua, Manos Blancas, Basta Ya, así como manifestaciones frecuentes de los grandes partidos contra el terrorismo.
A ello se añadieron las actividades de protesta y reclamo de medidas contundentes como de la AVT tras el 11-M, pero ya a partir de entonces, con la llegada al poder del PSOE con Zapatero a consecuencia, precisamente, de ese 11-M, no en virtud de una mala gestión gubernamental del PP de Aznar, comenzó la relativización de la gravedad del terrorismo separatista al sentarse el partido de Zapatero con los etarras para negociar lo innegociable, poniendo de manifiesto el claro desprecio por las víctimas del terrorismo, a las que se intentó instrumentalizar mediante una asociación paralela de víctimas del 11-M presidida por la señora Manjón y dirigida indirectamente por el PSOE para debilitar a la AVT, debilitamiento que se ha conseguido finalmente con otras artimañas como la de poner a su frente a una persona anodina y servil al poder tras la salida del anterior presidente José Francisco Alcaraz.
El demantelamiento de la AVT como organización crítica con el gobierno pro nacionalista del PSOE se completó con el desmantelamiento fáctico y de hecho de otras organizaciones como Basta Ya y el Foro Ermua al fundarse el montaje no nacionalista de UPyD, en el que se integraron varios miembros destacados de Basta Ya y Foro Ermua. UPyD se fundó, no por último, para dividir el movimiento ciudadano antinacionalista liderado hasta entonces con éxito por Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.
El fin último de todas estas maniobras ha sido la relativización de la importancia de la lucha antiterrorista, lucha mantenida con cierta seriedad ya sólo por el gobierno francés, que a la vista del reforzamiento de los separatistas vascos por parte del gobierno socialista tenía que temer seriamente por la paz en el sur de Francia y la integridad territorial de la Gran Nación en caso de que el movimiento separatista vasco lograra tener más presencia y eficacia en el País Vasco francés.
Con tanto cambio en el trato a los separatistas y nacionalistas y mensajes ambiguos por parte del gobierno y de algunos partidos, los ciudadanos han llegado a un punto de total indiferencia. Al margen de que son realmente pocos los que siguen con interés la vida política del país, lo que se refleja en la baja participación en las elecciones especialmente en las regiones gobernadas por los nacionalistas, esa indiferencia aumenta y se pierde el interés por mantener vivos unos valores que hace 12 años parecían reforzarse y consolidarse, como son la libertad, la democracia, la tolerancia y el respeto a la Constitución y las bases de esta democracia decididas en 1978 por todo el pueblo en referendum.
También ha contribuido a este cansancio la relativización de la idea de la Paz. Se ha reclamado con insistencia paz para España y el País Vasco, como si no la hubiera habido en los últimos 34, para no decir en los últimos 70 años. El que haya habido atentados no implica la inexistencia de la paz, pues la paz sólo se puede exigir cuando un país está en guerra o cuando esté amenazada por un estado de sitio causado por actividades bélicas (como ocurre, por ejemplo, en una zona extensa de Colombia).
En resumen: En el duodécimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco parece que son muy pocos que aún recuerdan un acontecimiento que marcó un antes y un después de la lucha antiterrorista durante unos años, pero que tras varios atentados más y una acción de gobierno más favorable al nacionalismo radical ha quedado en poco más que una estampa histórica.
Los intereses personales de los que mantenían vivo el mensaje antinacionalista como expresión de la defensa de la libertad personal de todos y cada uno de los ciudadanos de España en cualquier parte del país han llevado al ocaso de sus organizaciones.
Una sociedad convertida de forma dirigida en consumista, amante del ocio de masas y carente de aspiraciones intelectuales y que sólo ve que al menos el noventa por ciento de los políticos piensa únicamente en sus beneficios personales sin que se pueda cambiar nada sin la intervención de estos mismos políticos (lucha contra el transfuguismo, listas abiertas, limitación de mandatos, lucha contra la corrupción), acaba siendo completamente pasota respecto de los asuntos de estado buscando la mejor forma de vivir bien sin involucrarse en nada. Algo comprensible teniendo en cuenta que la relativización de los valores aumenta con la hipocresía de la clase política respecto de la defensa de los valores que forman la base fundamental de toda sociedad occidental libre, democrática y de raíces cristianas.
El caso de Miguel Ángel Blanco es uno de los ejemplos más destacables. Los días posteriores a su asesinato por ETA convirtieron a España en un hervidero de protestas, indignación colectiva y movimientos para acabar con la lacra del terrorismo etarra. Aquel levantamiento popular contra el terrorismo hasta duró varios años y nacieron de él movimientos como el Foro Ermua, Manos Blancas, Basta Ya, así como manifestaciones frecuentes de los grandes partidos contra el terrorismo.
A ello se añadieron las actividades de protesta y reclamo de medidas contundentes como de la AVT tras el 11-M, pero ya a partir de entonces, con la llegada al poder del PSOE con Zapatero a consecuencia, precisamente, de ese 11-M, no en virtud de una mala gestión gubernamental del PP de Aznar, comenzó la relativización de la gravedad del terrorismo separatista al sentarse el partido de Zapatero con los etarras para negociar lo innegociable, poniendo de manifiesto el claro desprecio por las víctimas del terrorismo, a las que se intentó instrumentalizar mediante una asociación paralela de víctimas del 11-M presidida por la señora Manjón y dirigida indirectamente por el PSOE para debilitar a la AVT, debilitamiento que se ha conseguido finalmente con otras artimañas como la de poner a su frente a una persona anodina y servil al poder tras la salida del anterior presidente José Francisco Alcaraz.
El demantelamiento de la AVT como organización crítica con el gobierno pro nacionalista del PSOE se completó con el desmantelamiento fáctico y de hecho de otras organizaciones como Basta Ya y el Foro Ermua al fundarse el montaje no nacionalista de UPyD, en el que se integraron varios miembros destacados de Basta Ya y Foro Ermua. UPyD se fundó, no por último, para dividir el movimiento ciudadano antinacionalista liderado hasta entonces con éxito por Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.
El fin último de todas estas maniobras ha sido la relativización de la importancia de la lucha antiterrorista, lucha mantenida con cierta seriedad ya sólo por el gobierno francés, que a la vista del reforzamiento de los separatistas vascos por parte del gobierno socialista tenía que temer seriamente por la paz en el sur de Francia y la integridad territorial de la Gran Nación en caso de que el movimiento separatista vasco lograra tener más presencia y eficacia en el País Vasco francés.
Con tanto cambio en el trato a los separatistas y nacionalistas y mensajes ambiguos por parte del gobierno y de algunos partidos, los ciudadanos han llegado a un punto de total indiferencia. Al margen de que son realmente pocos los que siguen con interés la vida política del país, lo que se refleja en la baja participación en las elecciones especialmente en las regiones gobernadas por los nacionalistas, esa indiferencia aumenta y se pierde el interés por mantener vivos unos valores que hace 12 años parecían reforzarse y consolidarse, como son la libertad, la democracia, la tolerancia y el respeto a la Constitución y las bases de esta democracia decididas en 1978 por todo el pueblo en referendum.
También ha contribuido a este cansancio la relativización de la idea de la Paz. Se ha reclamado con insistencia paz para España y el País Vasco, como si no la hubiera habido en los últimos 34, para no decir en los últimos 70 años. El que haya habido atentados no implica la inexistencia de la paz, pues la paz sólo se puede exigir cuando un país está en guerra o cuando esté amenazada por un estado de sitio causado por actividades bélicas (como ocurre, por ejemplo, en una zona extensa de Colombia).
En resumen: En el duodécimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco parece que son muy pocos que aún recuerdan un acontecimiento que marcó un antes y un después de la lucha antiterrorista durante unos años, pero que tras varios atentados más y una acción de gobierno más favorable al nacionalismo radical ha quedado en poco más que una estampa histórica.
Los intereses personales de los que mantenían vivo el mensaje antinacionalista como expresión de la defensa de la libertad personal de todos y cada uno de los ciudadanos de España en cualquier parte del país han llevado al ocaso de sus organizaciones.
Una sociedad convertida de forma dirigida en consumista, amante del ocio de masas y carente de aspiraciones intelectuales y que sólo ve que al menos el noventa por ciento de los políticos piensa únicamente en sus beneficios personales sin que se pueda cambiar nada sin la intervención de estos mismos políticos (lucha contra el transfuguismo, listas abiertas, limitación de mandatos, lucha contra la corrupción), acaba siendo completamente pasota respecto de los asuntos de estado buscando la mejor forma de vivir bien sin involucrarse en nada. Algo comprensible teniendo en cuenta que la relativización de los valores aumenta con la hipocresía de la clase política respecto de la defensa de los valores que forman la base fundamental de toda sociedad occidental libre, democrática y de raíces cristianas.
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