A nadie extrañan ya los modos y maneras de gobernar, estilo sátrapa bananero, del actual Gobierno zapaterino. Entre la nutrida cabaña de votantes socialistas no se alza ninguna voz en contra de que, por ejemplo, el ex-cacique supremo de Andalucía regale varios millones de euros de dinero público a la empresa de su hija (para que luego digan que el Pesoe no defiende a la familia). O de los miles de subvenciones, regalos, tapabocas y prebendas diversas que la casta gobernante reparte alegremente entre periodistas amiguetes, actores propagandistas o jueces dóciles. Hasta hay un Ministerio para eso. El hecho, por tanto, de que los socialistas trinquen los recursos del Estado como piratas repartiéndose un botín, no es algo nuevo. Esta concepción cleptocrática del Poder forma parte del talante socialista desde los tiempos de Indalecio Prieto y el yate Vita. No es por tanto, especialmente llamativa la utilización de un avión oficial de la Fuerza Aérea para los desplazamientos mitineros de Zetapé.
Lo que resulta más chocante es la insistencia pepera en hacer de esta corruptela el eje central de su argumento electoral. Como si España no tuviese problemas más graves que éste. Por ejemplo, la avalancha inmigrante o el auge del separatismo. Pero esos temas son "espinosos" para el Pepé y su política de paños calientes.
Personalmente, sin negar lo nauseabundo y caciquil de esta forma de utilizar los bienes públicos en provecho propio, creo que es irrelevante que el transporte de nuestros políticos profesionales sea realizado por un avión del Ejército, un autobús particular o un camión de la basura. Mientras los partidos políticos sigan financiándose con dinero público, el coste de estos trasiegos seguirá siendo soportado por nuestros bolsillos. Ése es el verdadero problema.
Lo que resulta más chocante es la insistencia pepera en hacer de esta corruptela el eje central de su argumento electoral. Como si España no tuviese problemas más graves que éste. Por ejemplo, la avalancha inmigrante o el auge del separatismo. Pero esos temas son "espinosos" para el Pepé y su política de paños calientes.
Personalmente, sin negar lo nauseabundo y caciquil de esta forma de utilizar los bienes públicos en provecho propio, creo que es irrelevante que el transporte de nuestros políticos profesionales sea realizado por un avión del Ejército, un autobús particular o un camión de la basura. Mientras los partidos políticos sigan financiándose con dinero público, el coste de estos trasiegos seguirá siendo soportado por nuestros bolsillos. Ése es el verdadero problema.
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